EL PASO DEL CHAPULÍN
RICARDO HERNANDEZ MANCILLA
“No se hará uso político de la vacuna; no se va a utilizar con fines electorales; habrá transparencia; no somos iguales”.
Eso dijeron hasta el cansancio los más altos funcionarios federales en el foro televisivo que
se monta en palacio nacional para los distintos shows que se transmiten al día.
Qué poco les duró la mentira.
Y no es que pensara que no lo fueran a hacer, es que llegué a pensar, iluso, que al menos lo iban a disimular.
Para sorpresa de nadie, las redes sociales oficiales de Morena no han tenido el menor empacho en disfrazar su proselitismo con las pocas vacunas que se han recibido y aplicado.
Con los escándalos de los funcionarios que encontraron la forma de colarse en la fila y vacunarse antes de tiempo, no me atrevería a acusar al partido ni muchos menos señalar que sea una orden que venga desde arriba. De esos gandallas hay en todas partes y pudieron ser de cualquier partido. Era de esperarse y ojalá que cada vez sea menos.
Pero cuando salió la primera nota evidenciando que los famosos servidores de la nación estaban recibiendo vacunas anticipadas, mi intuición me hizo pensar que lo iban a negar. Quizás iban a justificar que habían sido dos o tres casos aislados y que, como de costumbre, bastaría con descalificar al medio que publicó la información y cambiar de tema. Ya me imaginaba a López Gatell haciendo uso de su desbordada soberbia y su gran habilidad para hablar largos minutos creando telarañas indescifrables.
Pero resulta que a estas alturas todavía no han terminado con mi capacidad de asombro: aceptaron con la frente en alto que sí: sí se les va a vacunar antes que a los demás, que son miles y que son muy importantes. Se acabó el asunto y háganle como quieran.
Leí esa noticia en una semana complicada, y quizás de ahí gran parte de mi frustración:
En el país las cifras no dejan de crecer y se han roto todos los récords posibles de contagio y muertes. Los hospitales están al límite.
En sintonía con las cifras oficiales, en mi círculo cercano se ha sentido la pandemia con más fuerza que nunca: amigos, clientes, familiares, colegas de trabajo, familiares de amigos cercanos, etc. Contagios por todas partes.
Algunos con más complicaciones que otros, la mayoría tuvo la suerte de haber sobrellevado el virus. Pero también hubo un par de casos que lamentablemente no tuvieron la misma suerte. No hace falta decir todo lo que eso significa para sus familias.
Y mientras eso pasa, el doctor Gatell posa nuevamente como rockstar para las portadas de los pasquines oficialistas.
Y mientras esperamos que funcionen los tratamientos de quienes siguen enfermos, nos enteramos que los promotores del voto morenista están en la primera fila de la vacuna.
Ni hablar. Miles de doctores que sí están en la primera línea de batalla tendrán que esperar a que terminen con los operadores electorales. También nuestros papás y abuelos, y ni qué decir de quienes estamos al final de lista. Hay prioridades muy claras.
¿Cómo no indignarse?¿cómo no sentir impotencia?
Tenemos que decirlo con todas sus palabras: los mal llamados servidores de la nación son un ejército electoral puro, duro, perfectamente bien planeado y organizado para mantener a las bases y clientelas listas para operar cuando se necesiten. Se les podrá llamar como sea, pero eso es lo que son.
Con los colores del partido oficialista entregando dinero en efectivo, recabando datos y predicando el mensaje del líder, resultan indispensables para crear, fortalecer y “aceitar” la clientela: millones de personas que necesitan de los apoyos gubernamentales y que han sido usados como botín electoral por décadas. Hoy no son la excepción para el gobierno que no deja de estar en campaña. Por el contrario, hoy son más prioritarios que nunca.
¿Que el PRI también tenía sus operadores? Sin duda.
¿Qué el PAN también tenía formas de operar políticamente con programas? Sí, también.
Y la oposición de entonces les criticó, denunció, e hizo múltiples intentos por frenarlos.
Qué rápido se les quitaron las ganas de lucrar con la necesidad de las personas, y qué rápido aparecieron los eufemismos, justificaciones vacías y maromas descaradas para solapar tremendos abusos.
La mitomanía en el poder nos está saliendo tan cara como antes, pero en tiempos de pandemia se vuelve aún más criminal.
El paso del chapulín.
Qué buena puntada esa de producir un microdocumental para redes sociales explicando el fraude de 1988, sin mencionar a Manuel Bartlett.
Dicen que en la temporada completa encontraremos el capítulo de la independencia sin
Hidalgo, la revolución sin Madero y la reforma sin Juárez.