+… pero no la de Florentino Pérez
+El presidente del Real Madrid fue uno de los principales impulsores de la frustrada Superliga
+Prometía salvar el deporte de su crisis económica y moral, agudizada por el covid 19
+Líderes como él han «promovido la cultura de excesos» que provocó la actual situación , opina David Jiménez, periodista español, en The New York Times
+Estaba en juego el reparto de 7000 millones de euros al año
+Pero también, afirma, la esencia del deporte más popular del mundo
+Mérito, universalidad y capacidad de unir a comunidades diversas, deben seguir siendo parte de su esencia, destaca
Ciudad de México, 23 Abril (CDMX MAGACÍN/JESÚS YAÑEZ).- David Jiménez, periodista español, autor del libro El director, en una colaboración para el prestigiado diario The New York Times, en la polémica Superliga europea –a la que se avizora un final infausto–, analiza: solo en un mundo que vive de “espaldas a la realidad”, como el del futbol, quienes lo han “llevado a la ruina” podrían “presentarse como salvadores” de una industria “sin alma”.
Jiménez está convencido que esa «es una de las contradicciones” que ha “matado” la Superliga, la escisión promovida por los 12 clubes más ricos de Europa para crear una competición que les reportara más beneficios.
Y suceda lo que suceda, después de esta infausta historia, el balompié difícilmente volverá a ser igual.
El torneo top de la élite mundial estaba integrado por seis clubes ingleses (Arsenal, Chelsea, Tottenham,
El proyecto, que “desató la ira” de clubes, aficionados, gobiernos y organismos internacionales, pretendía devolver el futbol a sus “orígenes elitistas”, obviando el impacto social que tiene en millones de fans que “sueñan” con ver a sus equipos “codearse con los mejores”, argumenta.
Y estaba en juego el reparto de 7000 millones de euros al año, “pero también la esencia» del deporte más popular del mundo, asegura Jiménez, quien ha sido reportero de guerra, corresponsal y director del periódico español El Mundo, cargo que dejó en 2016.
Y, sin embargo, reconoce, que los impulsores de la idea “tienen razón” cuando aseguran que el futbol “necesita una revolución”.
Filosofa:
“No la que proponían, sino otra que devuelva la cordura económica y las esencias a un deporte transformado en una industria sin alma”.
La Superliga, coincide con otros analistas, era una “ambición” del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, que la presentó como solución para un deporte a la deriva y con unos equipos “arruinados”.
¿Por quién?, pregunta.
Responde:
“Pérez y sus millonarios socios, al frente de los grandes clubes europeos, olvidaron mencionar que por ellos mismos. Su codicia llevó a clubes, futbolistas, entrenadores e intermediarios de todo tipo a explotar la pasión de los aficionados hasta la extenuación”.
Y pone en dedo en la llaga:
“La solución que proponían, una vez esquilmada la gallina, era más codicia y un botín repartido entre menos equipos”.
La primera medida propuesta consistía en repartir 3500 millones de euros entre los miembros de la nueva asociación, para compensar el impacto de la pandemia, convertida en el pretexto de problemas que en realidad vienen de largo. El Futbol Club Barcelona, que también se unió al plan, es un buen ejemplo.
El equipo catalán, recuerda Jiménez, se encuentra al borde de la quiebra con una deuda de más de mil millones de euros, después de un despilfarro que ha incluido el pago de 555.237.619 euros a su principal estrella, Lionel Messi, por las últimas cuatro temporadas, según el contrato desvelado por El Mundo el año pasado.
Otros clubes europeos, incluido el Real Madrid, “tienen urgencias” económicas que atender, “penalizados por una burbuja” de fichajes millonarios, sueldos “indecentemente altos» o la financiación de nuevos estadios, abunda el escritor.
El año pasado, solo los seis futbolistas mejor pagados en Europa costaban a sus clubes 24 millones de euros al mes en salarios. Entrenadores y agentes no van a la zaga.
“La ambición de hacerse con los mejores futbolistas a cualquier precio fue una de las marcas de Pérez cuando creó su equipo de Galácticos a principios de siglo. La apuesta, insostenible en los nuevos tiempos, multiplicó el valor de los clubes y aumentó artificialmente los ingresos por derechos televisivos, a la vez que relegaba el mérito deportivo en favor de la chequera”, enfatiza.
Presionados por mantener el ritmo de fichajes y a las aficiones entretenidas con victorias, los equipos se olvidaron de los principios.
Y lanza tres preguntas más:
¿Comercio de jóvenes talentos en África y Sudamérica a cambio de contrapartidas para sus padres?
¿Promoción de las apuestas y el juego?
¿Encubrimiento de jugadores que defraudan a Hacienda?
Contesta:
“En la gran fiesta del futbol, todo valía”.
Y detalla:
“La acumulación de riqueza y la concentración de los mejores jugadores en unos pocos clubes hizo a su vez que las competiciones fueran cada vez más desiguales —Madrid y Barcelona han ganado 14 de las últimas 15 ligas de la primera división española, donde compiten veinte equipos— y que los aficionados perdieran interés”.
Da con un interesante hallazgo:
“Durante la pandemia muchos fans han descubierto que pueden vivir sin asistir a los estadios y los jóvenes se sienten cada vez más despegados del deporte”.
Según una encuesta de la European Club Association (ECA), 40 por ciento de quienes tienen entre 16 y 24 años ya no le prestan atención al futbol.
Diagnostica el periodista que “si no se logra romper esa tendencia, la actual estructura millonaria de los clubes será insostenible”.
Se lanza contra Florentino Pérez, calificándolo “uno de los principales urdidores en la sombra de la fallida Superliga”.
Sin embargo, reconoce que “acierta” cuando Pérez asegura que el futbol “está en crisis, con audiencias en descenso y una urgente necesidad de renovación para competir con nuevas formas de entretenimiento”.
Aunque lo critica:
Pero “su receta para solventarla”, la misma que le ha convertido en uno de los hombres más ricos y poderosos en España, “contradice los principios más elementales del deporte”.
Pérez, detalla Jiménez, “está acostumbrado a ganar”, aunque sea a costa del interés general. “Y, cuando existe el mínimo riesgo de no hacerlo, cambia las reglas de juego”, alerta.
“La derrota de su proyecto internacional es una experiencia a la que no está acostumbrado en España, donde sus intereses están protegidos por una red clientelar en los medios, el sector empresarial y la política”.
De 50 años de edad, Jiménez ha escrito y publicado reportajes para The Guardian, The Toronto Star, The Sunday Times y la revista Esquire, entre otros. También ha colaborado para las cadenas de televisión CNN y BBC
El palco del estadio Santiago Bernabéu es uno de los grandes centros de poder del país; su multinacional, la constructora ACS, una de las principales concesionarias de proyectos de infraestructura con obras dentro y fuera de España; y sus contactos, una vía para lograr privilegios en las esferas más altas del Estado, según investigaciones de El Confidencial.
Poco después de llegar a la presidencia de Real Madrid en julio de 2000, consiguió recalificar terrenos municipales en favor del club, a pesar del perjuicio que supuso para los contribuyentes.
Pérez, analiza con ojo clínico el reportero, “carece de la misma influencia en el exterior y, lejos de contar con el apoyo necesario, se encontró con una oposición que incluyó enemigos formidables como el gobierno británico. Una de las lecciones del fracaso de su Superliga es haber demostrado que la renovación del futbol necesita otro perfil de directivo para tener éxito”.
Y augura:
“Clubes y organismos internacionales deberán ahora sentarse a negociar la futura competición europea y un nuevo modelo de reparto de beneficios. Esas conversaciones deberían ir encaminadas hacia una revolución ordenada del futbol.
“La imposición de topes salariales en los clubes, una mayor regulación del mercado de fichajes y un regreso a parámetros económicos razonables son asuntos urgentes. Y, sin embargo, hay algo del actual modelo que jamás debería cambiarse”.
La Liga de Campeones, que sobrevive al desafío a pesar de sus defectos, es una competición abierta a la que pueden acceder clubes de toda Europa que obtengan buenos resultados en sus ligas nacionales.
La alternativa que ofrecían Pérez y sus aliados de los clubes más ricos, donde ellos se aseguraban una plaza fija independiente de los resultados. Reducía las oportunidades para jugadores, equipos de menor tamaño y aficionados, que hoy ven con alivio cómo sus aspiraciones de medirse a los mejores siguen intactas.
Remata el escritor:
“Los principios del mérito, la universalidad y la capacidad de unir a comunidades diversas deben seguir siendo parte de la esencia del futbol”.