Para Contar
Arturo Zárate Vite
Las fracturas en partidos políticos tienen costo y en la mayoría de los casos se paga con la derrota en las elecciones; en otras, se sufre para ganar y deja dudas en el resultado.
Historia reciente de nuestro México. Hay que recordar en primer término lo que sucedió en 1988 cuando el PRI se fracturó con la llamada Corriente Democrática que encabezaron el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez.
Fue cuando se “cayó o calló” el sistema, “haiga sido como haiga sido”. Hasta la fecha hay muchas voces que están convencidas de que se le arrebató el triunfo a la alianza encabezada por Cuauhtémoc.
En 1994 la trágica diferencia la hizo el asesinato de Luis Donaldo Colosio, además de la aparición del EZLN en Chiapas. Hubo incertidumbre y voto del miedo. La sociedad optó por lo que garantizaba paz y le dio la victoria al candidato improvisado Ernesto Zedillo, quien como coordinador de la campaña de Colosio tuvo que aguantar desaire, burla y malas caras de priístas.
Fue una de las razones que llevó a Zedilllo, ya como presidente del país, a practicar lo que llamó “sana distancia” con su partido y no se desvivió por ayudarlo a ganar en el proceso electoral de 2000. Fue de los primeros en reconocer la victoria de la oposición foxista.
Para la siguiente competencia, en el 2006 Vicente Fox y su esposa Martha Sahagún intentaron que Santiago Creel fuera el candidato del PAN. Se les adelantó Felipe Calderón y ganó el proceso interno.
Cuando Fox se dio cuenta que su partido podía perder la presidencial, aceleró su activismo a favor del político michoacano, como consta en el dictamen del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que calificó la elección. Para fortuna del panismo, hubo una fractura más en el PRI, la maestra Elba Esther Gordillo rompió con Roberto Madrazo y decidió sumarse a los intereses azules.
Mínima la ventaja para Calderón, apenas el 0.56 %, en un escenario de impugnaciones, el reclamo de “voto por voto, casilla por casilla” y la más prolongada protesta sobre el paseo de la Reforma.
En el 2012, la sociedad volvió a darle nueva oportunidad al priísmo, al ver que los azules no habían logrado el cambio ofrecido. No le funcionó al PAN nominar a Josefina Vázquez Mota como su candidata. Hasta ahora, el hecho de que las mujeres sean mayoría en la población y en el padrón electoral, no ha sido suficiente para que una mujer llegue a la presidencia.
Para el 2018 el partido azul se fracturó; Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala, así como los seguidores o leales, inconformes con la dirigencia, tomaron otro camino. Se atrevieron, sin éxito, a nominar a Margarita como su candidata, en vez de sumarse a Ricardo Anaya.
En “Los Pinos” también se equivocaron y dividieron al partido al postular un candidato diferente (José Antonio Meade), que no estaba identificado con el priísmo. Se ocuparon en combatir al panista Anaya cuando Andrés Manuel López Obrador iba adelante en la mayoría de las encuestas.
Para el 2024, los principales partidos sufren problemas internos que se pueden recrudecer y llegar a la fractura en caso de que no se pongan de acuerdo en la nominación de sus respectivos candidatos o candidatas.
Por lo visto, poco o nada han aprendido de las recientes experiencias.
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