Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Basta recorrer algunas calles, comercios formales e informales, construcciones de inmuebles en la Ciudad de México para corroborar que está más vivo que nunca el programa “Quédate en México”, aceptado de facto a Donald Trump por el gobierno de López Obrador desde 2019, sin que se haya formalizado y menos reconocido.
En las zonas de Buenavista, la Central Camionera del Norte, la colonia Juárez todavía prevalecen algunos campamentos improvisados para migrantes, y tanto ahí como en muchos otros puntos de la CDMX ya ellos han establecido comunidades, destacadamente personas de nacionalidad venezolana, asilados, en espera de que en Estados Unidos les resuelvan su solicitud de refugio humanitario.
Por eso cuando la presidenta Claudia Sheinbaum y la misma jefa de Gobierno, Clara Brugada, se envuelven en el discurso de la defensa de la soberanía nacional, en realidad es pura retórica, porque desde 2019 cedió con el “Quédate en México” una pequeña parte de tal soberanía.
Las cifras del Instituto Nacional de Migración de México reflejan con claridad la existencia del “Quédate en México”. En 2022 entraron al país de manera irregular 96 mil 197 venezolanos; en 2023 la cifra creció a 222 mil, lo que se reflejó en la CDMX, con miles de ellos en condición de calle. En 2024 la cifra preliminar indica que se superaron los 250 mil.
Es lógico, los venezolanos tienen que huir de su país porque son perseguidos por la dictadura, porque no hay empleos, no hay alimentos. Es una tragedia lo que han causado las tiranías de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Eso explica por qué en las colonias referidas y muchas otras más, ya incluso en la periferia de la CDMX, los venezolanos ya se han ido integrando a la sociedad, sin que la mayoría haya dejado su sueño de llegar a los Estados Unidos, porque además en miles de casos ya una parte de la familia los espera allá.
He platicado con algunos de ellos y cuentan que ya tienen hasta negocios informales propios, como la venta de arepas, platillo típico venezolano: es una especie de gordita de harina de maíz, ligeramente dulce, que se cocinan en comal.
Pero también son ya una fuerza laboral importante en la industria de la construcción, lo que puede corroborarse de manera muy simple: basta darse una vuelta a cualquier mediana o grande edificación en marcha en la CDMX. Por supuesto, los patrones se aprovechan de su condición migratoria para pagarles la mitad de lo que ganan los mexicanos, y también se evitan darles prestaciones, IMSS, Infonavit, vacaciones. O sea, un trabajador venezolano puede costarle a los patrones el 40% de lo que un mexicano.
Muchos son profesionistas, gente preparada que en algún momento perteneció a la clase media venezolana, esa a la que Chávez y Maduro llevaron a la pobreza y han perseguido, por eso su necesidad de buscar refugio en otro país. Aquí agarran el trabajo que puedan: afanadores, meseros, cargadores, encargados de puestos ambulantes, en comercios establecidos.
Trump ha vuelto a presionar con imponer aranceles a las exportaciones mexicanas –y hará alarde para el oído de sus electores de que doblegó al gobierno de Sheinbaum– para revivir el “Quédate en México”. Ella habrá de seguir envuelta en la bandera de defender la soberanía que en este tema entregó AMLO desde 2019, sólo que ahora su discurso ya argumenta razones humanitarias, como ya lo dejó entrever este miércoles. Lo mejor para ella en esta historia es que ya tiene a su antagonista, ya tiene a quién echarle la culpa del eventual fracaso de su gobierno. Lo veremos.
FOTO: Especial / Archivo
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