Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Ya que la “4T” sigue el ‘legado’ y hasta repite algunos hechos y decisiones que tomó Fidel Castro como dictador de Cuba –por ejemplo, concentrarse meramente en acumular poder–, deberían considerar la historia de cuando ordenó el fusilamiento por narcotráfico del general Arnaldo Ochoa y otros tres oficiales, para salvar a su país de una invasión.
La presidenta Claudia Sheinbaum debería de valorar entregarle a Estados Unidos lo que ellos exigen, y que no tengan argumento para entrometerse más en el país: políticos de alto perfil –a nivel de “generales” –, que según autoridades de aquella nación están involucrados con el crimen organizado. En Palacio ya saben cuál es la lista principal y ya deberían palomeando los nombres que se van, porque en el contexto internacional crece la posibilidad de una invasión a Venezuela para derrocar a Nicolás Maduro y eso traería implicaciones contra México.
Castro, siempre muy hábil en la prospectiva, planes e inteligencia política, desde que George Bush (padre) asumió el gobierno el 20 de enero de 1989, sabía que se le iban a ir encima a Cuba, porque al mismo tiempo había un contexto internacional de la caída del bloque soviético, lo que ponía en una enorme situación de debilidad a la isla.
Bush, como ahora Donald Trump –ambos del Partido Republicano–, llegó con la espada desenvainada, en especial en el combate al narcotráfico, pues en aquellos días se les había convertido en un problema de seguridad nacional la expansión del cartel de Medellín, comandado por Pablo Escobar Gaviria, de quien Estados Unidos tenía información de que traficaba droga con apoyo de autoridades de Cuba. Pero también de Panamá, vía el entonces dictador Manuel Antonio Noriega.
Fidel Castro sabía que no era tan fácil que Estados Unidos invadiera la isla, no sólo porque ya habían sido derrotados en Bahía de Cochinos en 1961.También sabía, como ocurre hoy, que a sus vecinos del norte no les conviene que se abran las fronteras cubanas a la migración porque pronto tendrían en Florida a millones –no es exageración– de cubanos.
El asunto le cayó como anillo al dedo a Fidel, porque el general Ochoa se le había convertido en un problema político, pues tenía liderazgo propio al ser héroe de la Revolución y victorioso en la independencia de Angola y Etiopía.
A Castro le urgía demostrar al mundo que había actuado contra el narcotráfico para evitar una invasión norteamericana. Le hizo un juicio sumario –televisado– a Ochoa y los oficiales Antonio de la Guardia, Amado Padrón y Jorge Martínez: los apresaron el 12 de junio de junio de 1989 y los fusilaron 31 días después, el 13 de julio, bajo los cargos de narcotráfico –hacia Estados Unidos–, corrupción y traición a la patria.
Castro y Cuba la libraron con ello, porque además preveían lo que vendría 5 meses después: la invasión de Panamá, en ese caso para derrocar al general dictador Noriega, lo que ocurrió el 20 de diciembre de 1989, cuando gran parte del mundo estaba distraído con las fiestas decembrinas.
Por eso, hoy se habla que Maduro y su régimen van a caer antes de que termine el año, aunque no es muy probable que haya una invasión como la de Panamá, sino que buscarán quien lo traicione o una operación casi microquirúrgica, en la que no se descarta el fatalismo. Aunque es muy poco probable que hagan algo así en México, con Trump todo es posible y por eso Sheinbaum debería pronto entregar “generales” de la política. Lo veremos.
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