Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
“Haiga sido como haiga sido”, diría el clásico, la conducción política de Jorge Romero en el PAN de la Ciudad de México llevó al partido a obtener este año su mejor resultado en una elección para la Jefatura de Gobierno, con más de 2 millones 160 mil votos y triunfos en cinco Alcaldías, a pesar de que enfrentaron una contienda en que el oficialismo operó con todo el aparato de gobierno. Una “elección de Estado”, acusan los panistas.
Sin embargo, todo apunta que será bastante más complicado para Jorge Romero su éxito como presidente nacional de su partido. No se ve por dónde pueda levantar. Parece no tener claridad sobre la estrategia que debe implementar. A su llegada, lanzó un mensaje de diálogo con el Gobierno de Claudia Sheinbaum; “tres doritos después” cayó en la provocación de ella y lanzó fuertes declaraciones en su contra. Ahora otra vez ofrece su respaldo frente a los embates de Donald Trump.
La realidad es que Romero no halla la estrategia a seguir, porque por un lado pretende conducirse como el viejo panismo, el que surgió precisamente contra un régimen hegemónico de izquierda, el de Lázaro Cárdenas. Y por otra parte no tiene esa formación del PAN opositor, no lo trae en su ADN, porque su generación se formó ya con el gobierno federal blanquiazul, el de Vicente Fox; luego, otros seis años de Felipe Calderón y seis más con Peña, en que formaban parte del régimen con el PRI y el PRD. No es lo mismo leer a Manuel Gómez Morín, fundador del PAN, o a Luis H. Álvarez, el líder de la desobediencia civil de los años 1980, que haber vivido esos tiempos.
Romero enfrenta otro problema sobre sí mismo: el régimen de Morena le ha abierto varios expedientes penales, que aunque en más de 6 años no le han podido demostrar nada, en cualquier momento los pueden activar para arrinconarlo. No va a estar fácil que lo lleven a juicio, porque se cuida mucho desde que el semanario “Libre en el Sur” le descubrió aquel departamento que no declaró cuando era delegado en Benito Juárez (2012-2015) y una posible usurpación de profesión porque firmaba como licenciado sin tener cédula profesional.
En su arranque como presidente nacional del PAN, Romero tampoco ha mostrado un discurso que empiece a conectar con el electorado. Ha realizado recorridos en medios de comunicación y eventos en defensa de, por ejemplo, la CNDH y el INAI, pero después de escucharlo no queda claridad de qué va a hacer distinto el PAN ahora, además de ser la “resistencia” ante la dictadura que ellos afirman está en ciernes.
Esto se contrapone con lo que hacen en el Congreso de la CDMX, donde Romero controla absolutamente a los diputados del PAN, pero su coordinador, Andrés Atayde, descafeína a la bancada en los posicionamientos precisamente contra las reformas que construyen la “dictadura”.
Romero, además, se sigue distanciando del PRI, y en los cálculos electorales, si van separados en el 2027 perderán aún más distritos electorales federales y Morena tendría otra vez avasallante mayoría constitucional, para terminar de consolidar su régimen. ¿Y por qué no la reelección presidencial, no consecutiva?
Romero no la tiene fácil y menos con un arranque en que no levanta. Si no da un golpe de timón pronto, a este paso seguirán perdiendo terreno y no les quedará más que ser el partido que legitime al régimen, siempre y cuando les compartan algunas rebanadas de poder y los dejen hacer negocios. ¿Eso querrá Romero para el PAN? Lo veremos.
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