Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Por un lado, la hoy presidenta Claudia Sheinbaum recibió un reconocimiento internacional por políticas públicas a favor del transporte público sustentable cuando fue jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Un avance importante los metrobuses y trolebuses eléctricos, y el cablebús.
Pero quedó a deber bastante en el mantenimiento al Metro y otras acciones que pudo hacer a favor del medioambiente, de la calidad del aire en la capital del país, no sólo en su sexenio, sino cuando fue secretaria del Medio Ambiente, a principios de siglo.
Lo sabe, y por ello hace unos días, tras la primera contingencia ambiental del 2025, el mismo día que arrancó el año, fue al punto medular que durante muchos años se sabe es gran foco de contaminación del aire en la capital del país: la refinería de Tula y el uso de combustóleo en la planta de generación de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en aquella entidad.
Sheinbaum se comprometió, de entrada, a cambiar el energético base para la producción eléctrica y valorar el cierre de operación de la refinería, lo que sin duda ayudaría mucho. Ya hay evidencia de ello: cuando a principios de los años 1990 la contaminación del aire en la CDMX estuvo a punto de llevarnos a una catástrofe, el entonces regente Manuel Camacho Solís impulsó medidas emergentes que ayudaron bastante a controlar el problema.
De entrada, lanzó el plan Hoy No Circula de los vehículos, la verificación para reducir la emisión de contaminantes, pero sobre todo el cierre de la refinería de Azcapotzalco, lo que permitió darle viabilidad al funcionamiento de la capital del país sin riesgos mayores para sus habitantes.
Nada sobresaliente se hizo en los años posteriores, ni en las administraciones supuestamente progresistas como la de Cuauhtémoc Cárdenas o Andrés Manuel López Obrador, en donde más aún nos quedaron a deber. Primero, porque continuaron las políticas paliativas, es decir, sobrellevar el problema con la menor afectación posible. Acaso la diferencia es que endurecieron las sanciones para quien incumpliera el Hoy no Circula, pero no mucho más.
El gobierno de López Obrador en el Distrito Federal, entre 2000 y 2005, en vez de promover el desarrollo de infraestructura para hacer más eficiente el transporte público, toleró microbuses cafres y contaminantes, no amplió la red del Metro y optó por obras que incentivaron el uso del automóvil. Aquí es donde más quedó a deber Sheinbaum, porque obtuvo el récord de Guinness como la secretaria del Medio Ambiente que más metros cúbicos de cemento echó, pues a ella le comisionaron las obras magnánimas, como los segundos pisos de Periférico.
Cierto que en esa etapa hubo un mayor control de los verificentros para evitar la corrupción y obligar a los automovilistas a verdaderamente tener sus vehículos afinados para reducir al máximo la emisión de gases contaminantes. Sin embargo, desde hace más de 15 años eso de la verificación tiene una enorme dosis recaudatoria, de negocio y mucha corrupción. Basta ir a cualquier verificentro de la CDMX o el Estado de México para comprobar que con una “cuota especial” se aprueba de “caballito” la verificación de cualquier vehículo, incluso con calcomanía cero o doble cero. Si cualquier ciudadano lo puede probar, ni modo que las autoridades no estén enteradas.
Por lo pronto, es fundamental que Sheinbaum cumpla su palabra sobre el fin del uso de combustóleo en la planta CFE en Tula y también decida el cierre de la refinería en esa ciudad hidalguense, lo que reduciría cuando menos el 25% de contaminación del aire en la CDMX. Sería pagar su deuda. Lo veremos.
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