En otro Canal
Armando Reyes Vigueras
Un tema poco discutido es la visión que tiene el titular del ejecutivo federal de lo que es el Estado. Si ya nos estábamos acostumbrando a que su idea de justicia es algo que depende de su experiencia personal –por aquello de la distinción que hace de lo legal y lo justo–, ahora nos enteramos que para trabajar en una de las múltiples áreas de su gobierno se tiene que se parte de la 4T o, de lo contrario, no se podrá ingresar a la administración pública.
Embajadagate
El reciente escándalo por la agregaduría cultural en la embajada de México en España mostró, entre otras cosas, cómo concibe el presidente López Obrador al Estado mexicano, esto por la tajante orden de retirar a Brenda Lozano porque no coincide con el proyecto de la 4T.
Nada de pluralidad o de tolerancia. Para ser parte de una representación del Estado mexicano en el extranjero se tiene que ser parte del movimiento que él encabeza, de lo contrario se quedará fuera, tal como ha sucedido con cientos de ex empleados del servicio público federal que han sido despedidos por la misma razón.
Contratar a opositores o a quienes no comulgan con la transformación que dice llevar a cabo el presidente no es algo que se pueda ver en este sexenio, quedando como simples anécdotas aquellos gobiernos que se atrevieron a contratar a personajes de distintos ideales políticos, como sucedió con Gilberto Rincón Gallardo en el sexenio de Fox.
Pero también llama la atención como muchos de los aplaudidores del régimen, como Jorge Gómez Naredo, justificaron la decisión, pues en Twitter dicho personaje escribió: “Ya lo dijo @lopezobrador_: si Brenda Lozano no coincide con el proyecto que él encabeza ¿por qué representarlo en España? ¿por qué aferrarse a un cargo? Es una cuestión de congruencia y dignidad, así de simple”.
El propio presidente, en una de sus mañaneras, se refirió al tema y señaló que “es un asunto de congruencia. Si no está de acuerdo con nuestro proyecto, ¿cómo nos va a representar?”.
Así, nos damos cuenta que para el mandatario el Estado mexicano –al que la agregada o agregado cultural en la embajada del país en otra nación representaría–, está después de su movimiento, pues lo principal es que se represente a la 4T, no a México, sino a su transformación.
Que sus fanáticos señalen que alguien que no concuerda con sus acciones no puede representar al presidente, cuando lo que debería ser es que representa al país y no a un proyecto político, es una muestra más de que estamos ante un régimen que no cree en la diversidad que coexiste en el país y para muestra un botón de algunos de los mensajes que se difundieron en Twitter a propósito del nombramiento y de su remoción.
La usuaria @ Andrea4T1 escribió: “ya con sólo ver al cachorro Krauze presumiendo que fue maestro de la tal Brenda Lozano, podemos darnos cuenta del adoctrinamiento que trae la nueva agregada cultural”. David Vargas @ DavidVargasA18 señaló: “está preocupante este asunto de Brenda Lozano, dice: que tiene poca dignidad, que odia a AMLO, que le gusta vivir del erario, escribe en Letras Libres, no es 4T”.
Y no abundamos porque en la red se difundieron hasta insultos en contra de la frustrada agregada cultural, quien tuvo el único pecado de disentir por los recortes en ciencia y cultura y burlarse en un tuit.
Esto también explica por qué no hay diálogo con la oposición, incluso la manera en que se fustiga a algún disidente interno, pues los puntos de vista contrarios no son aceptados por el principal inquilino de Palacio Nacional, así como el tiempo que se dedica en las mañaneras a revisar que medios, columnistas y hasta tuiteros escriben o se expresan en forma negativa del presidente, en lugar de atender los principales problemas que tenemos como país.
Si bien cualquier persona puede rechazar alguna expresión que no concuerda con su forma de pensar, en el caso de un presidente que se supone gobierna para todos los mexicanos –hay que subrayar aquello de “para todos”–, es preocupante que se cierre a otras opiniones y sólo valide aquella información que le comunican sus cercanos, pues incluso –de acuerdo a visiones periodísticas– se sabe que los propios secretarios de Estado tienen problemas para hacer del conocimiento del presidente algún tema, pues no éste no es proclive a escuchar, menos a aceptar errores.
Pero quizá quienes estamos mal somos nosotros, porque no entendimos qué tipo de transformación nos ofrecía el candidato ganador en 2018.