Línea Fifí
Martín de J. Takagui
El arribo a la dirigencia nacional de Morena, hoy partido en el gobierno se pudo leer como una importante posición de cara a la sucesión presidencial, en donde Marcelo Ebrard Casaubón, se perfiló como uno de los más importantes aspirantes a suceder a Andrés López Obrador; sin embargo, su desempeño al frente del partido no ha sido el más acertado.
Desde la competencia interna por la dirigencia, su contrincante más fuerte, el veterano político, Porfirio Muñoz Ledo primero le ganó una de las encuestas, después se repitieron y hasta la tercera, fue como se contó con los elementos que le permitieron la asunción del excoordinador parlamentario a la presidencia de Morena.
La espina quedó clavada, igual que la demanda ante el Instituto Nacional Electoral (INE), hoy bocabajeado por el mismo Mario Delgado y hasta por el presidente de la República, quienes han amenazado con la desaparición del árbitro electoral, después de que éste ratificó la descalificación de Raúl Morón y de Félix Salgado Macedonio, como candidatos a gobernadores de Morena para Michoacán y Guerrero, respectivamente.
Quedó desde entonces, marcado el presidente de Morena, que, a decir de Muñoz Ledo, usó recursos públicos de la Cámara de Diputados en su campaña interna por la dirigencia y hasta hoy no existe una resolución definitiva.
Así, Ebrard se ganó su primer tache, después de ser el niño aplicado del gabinete presidencial, luego de que puras estrellas en la frente había logrado, primero al negociar con el gobierno del ahora ex presidente Donald Trump que se evitara la imposición de aranceles a las mercancías mexicanas, como una consecuencia de no evitar la llegada de migrantes por la frontera norte de México.
También se le atribuyó al canciller mexicano el triunfo en las negociaciones por conseguir vacunas contra el Covid-19 ante gobiernos como el de Rusia e Italia, así como el estadounidense, quien hasta aseguró que el asunto de las vacunas era la una “misión cumplida” que hoy es insuficiente para inocular a los mexicanos.
El apagafuegos Marcelo Ebrard entró en todos los temas difíciles del gobierno, pero sus aciertos momentáneos o adelantados hoy se desvanecen, pero ninguno de ellos como el evidente fracaso de Mario Delgado al frente del partido del presidente López Obrador.
El diputado con licencia, ahora al frente de Morena tuvo que enfrentar una y otra de las batallas políticas al interior de su partido en el momento de la definición de los candidatos a gobernadores, a diputados federales y demás cargos de elección federal y local que hoy están en disputa.
Las inconformidades por dichas designaciones con encuestas de las que nadie supo cómo se hicieron ni su metodología ni quién las aplicó llevaron al extremo las protestas, tanto de mujeres agraviadas por Salgado Macedonio, como de grupos de feministas que marcharon y reclamaron airadamente la designación de un presunto violador que no podría ser gobernador.
Las protestas llegaron al extremo de que la sede nacional de Morena en la Ciudad de México fue tomada por militantes de Morena inconformes, quienes mantuvieron ocupado el edificio que hace tres años era la casa de campaña del ahora presidente López Obrador.
La cereza del pastel fue cuando el INE determinó la eliminación del registro de más de 50 candidatos a diversos puestos de elección popular por no haber reportado su informe de gastos de campaña, siendo los más notorios los casos de Salgado Macedonio y de Raúl Morón, que después de un peloteo entre el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE), al final se determinó en definitiva la cancelación de ambos registros.
Si bien al presidente de la República, podría no haberle importado mucho el caso de Michoacán, el hecho de haber perdido la candidatura de Salgado Macedonio es lo que ha mantenido, al menos por tres días la reacción virulenta del jefe del Poder Ejecutivo, quien dijo ayer que el INE podría pasar a ser parte del Poder Judicial de la Federación.
En Morena y en la Presidencia de la República ha faltado la autocrítica, ha faltado un acto de contrición para reconocer que gran parte de los errores y los conflictos internos y externos en este proceso electoral ha sido consecuencia de las malas decisiones y las omisiones de Mario Delgado, quien es a final de cuentas el más grande responsable de lo que le pasa a Morena, a consecuencia de no haber presentado los informes de gastos de precampaña.
Mario Delgado le ha fallado al presidente y al secretario de Relaciones Exteriores, éste último, considerado como su padrino político. Pero el proceso electoral no ha concluido y ya la deuda es muy alta; falta conocer el desenlace, el balance de triunfos y derrotas, la carencia de votos morenos.
El desenlace podrá verse el 7 de junio un día después de los comicios más grandes y más importantes de la historia democrática moderna.
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