Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Algo muy raro, que jamás se había visto, está por ocurrir en la Ciudad de México: la titular de la Comisión de Derechos Humanos (CDHCM) va a concluir su segundo periodo en noviembre y de ahí brincará de inmediato como titular de un área técnica de fiscalización: la Contraloría General de la capital del país.
En este caso, será una posición técnica que por razones políticas le van a entregar a la funcionaria especializada en derechos humanos, porque así lo decidió la presidenta Claudia Sheinbaum, de quien es muy cercana. Para la mandataria nacional es muy relevante poner contralora, pues no hay que olvidar que gobernó cuatro años y medio la CDMX y previamente dos años y medio la Jefatura Delegacional de Tlalpan.
Es fundamental que la presidenta tenga pleno control y confianza en quien sea responsable de revisar el gasto público y la actuación con apego a derecho los funcionarios y trabajadores de la capital del país. Su alcance ordinario es de un lustro, pero puede ir más allá si se trata de procedimientos iniciados antes de este plazo o estén relacionados con otras investigaciones penales. Casos delicados: el Rébsamen o el desplome de la Línea 12 del Metro. Por eso para la presidenta es mejor blindarse, pues además va a escalar la confrontación al interior de la 4T. Lo de Adán, es el principio.
Nashieli Ramírez es un poco como el titular de la Secretaría de Hacienda, Édgar Amador, quien fue el secretario de Finanzas de Miguel Mancera y hoy es muy cercano a Sheinbaum. Nashieli llegó a la CDHCM por Mancera, en 2017, y luego se hizo del equipo de Sheinbaum cuando la reeligió en 2021. Después, la propuso para ser la presidenta de la CNDH, pero el presidente emérito metió las manos desde Palenque para imponer la reelección de Rosario Piedra, a pesar de ha sido la peor ombudsperson en México desde que existe ese organismo. Jorge Carpizo se queda corto, lo que ya es mucho decir.
El proceso de designación de Nashieli en el Congreso es mero trámite, porque ya los otros dos grupos, el de Clara Brugada y de Martí Batres –jefe de Gobierno sucesor de Sheinbaum, durante un año 3 meses– no tuvieron más que aceptar la imposición de la presidenta, pues afortunadamente para ellos han tenido buena relación con la todavía ombudsperson.
En el choque al interior de Morena, las administraciones de Brugada y Batres van a estar bajo la lupa de Sheinbaum-Nashieli. Esto puede ser fundamental para la disputa por el poder en 2027, pues seguramente habrá trato diferenciado, más riguroso, menos amigable para los alcaldes que son de Brugada; en el caso de los de oposición, pues no se diga.
Brugada tiene la ventaja de que ya le metió la mano casi un año a la Contraloría, pues tuvo como encargado a Guillermo Rocha Ramos, quien fue su director de administración en la Alcaldía Iztapalapa.
Aunque la terna para elegir contralora la integran además Misael Martínez Vielma y Elena Ramos Arteaga sólo será de trámite el procedimiento. Los legisladores de la 4T ya recibieron línea, perdón, ya acordaron que van a apoyar a Nashieli, a quien además le hicieron cuadrar los tiempos con el fin de su ciclo en la CDHCM, el 7 de noviembre. Pero también se le van a alinear los astros cuando termine su periodo en la Contraloría, en noviembre de 2029 y, si hizo el trabajo acorde a lo esperado por Sheinbaum, la podría premiar con la CNDH, pues en ese mismo mes concluye Rosario Piedra. Lo veremos.
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