Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Recientemente, en una reunión con personal de base de la administración, el alcalde de Cuajimalpa, Carlos Orvañanos “reveló” que durante la campaña proselitista del año pasado se ausentó casi un mes, porque… “¡le hicieron brujería!”.
Pude corroborar con al menos cuatro trabajadores de la Alcaldía Cuajimalpa que esa historia la contó en la celebración de los cumpleaños del mes, que acostumbran para trabajadores de base. Orvañanos les contó que ese trabajito, –como también se le suele llamar a esas creencias–, fue obra del ex alcalde Adrián Rubalcava, y ocurrió después de una reunión que sostuvieron, en que Orvañanos le pidió que lo dejara hacer campaña, pues le señaló que sus grupos de choque lo boicoteaban.
Según la historia que ha narrado Orvañanos a sus subordinados –que suena a política ficción–, después de ese encuentro con Rubalcava, en que se dieron un abrazo al final, se enfermó, por lo que fue internado tres semanas en el hospital más costoso de Santa Fe, y curiosamente no le “hallaron” lo que tenía.
Se fue a Quintana Roo, donde sí pudieron diagnosticarlo –siempre según la historia que narra Orvañanos–, y supuestamente le encontraron residuos de “polvos raros”, como “venenosos”. O sea, ¿en uno de los mejores hospitales del país, internado varios días, no lo pudieron diagnosticar? ¿Y sí pudieron en un hospital de Quintana Roo? Suena otra vez fantasioso.
Lo que sí es cierto, es que durante casi un mes Orvañanos no envió un solo comunicado de su campaña, y quien se encargó de hacerla para ganar fue la hoy diputada Claudia Pérez Romero. Se la debe.
Fuentes del lado de Rubalcava tienen otra versión sobre el padecimiento de salud de Orvañanos. Afirman que su problema es hepático, al parecer una enfermedad crónico degenerativa de tiempo atrás, acaso consecuencia de empinar el codo en exceso o consumir mucho los productos de su empresa.
Esto permitiría entender por qué se ausenta tanto de sus labores, y le deja encargada la Alcaldía a su mamá.
Al final, Orvañanos se sacó la lotería, porque sin hacer campaña, sin tener una propuesta de gobierno –se ha dedicado a seguir la inercia de Rubalcava– ganó. Ello, para efectos prácticos de sus creencias, significa que no funcionó el “embrujo” para que perdiera.
Este caso de Orvañanos sería muy interesante para el escritor y periodista José Gil Olmos, autor de “Los Brujos del Poder”, libro en el que relata historias reales de políticos mexicanos que practican esoterismo, misticismo, ocultismo; que recurren a brujos, chamanes, santeros, espiritistas. Según, los brujos les ayudan a tomar mejores decisiones y ganarle a sus adversarios.
Orvañanos llevó sus creencias de brujería a instancias de su Gobierno. Desde el mismo día que asumió la Alcaldía, el 1 de octubre, su madre llevó sacerdotes a bendecir las oficinas del gobierno para “que les quitaran las malas vibras”. Otros funcionarios del primer círculo de Orvañanos también llevaron brujos y chamanes para hacer “limpias” en todas las oficinas, antes de ocuparlas.
Esas “limpias” no han servido de mucho, o no al menos a la gente que habita en esa demarcación, pues ha aumentado la percepción de inseguridad desde que asumió Orvañanos. Cuando llegó el 29% de las personas se sentían inseguras; en diciembre el 42%. El primer trimestre del 2025 viene peor en la encuesta del INEGI, y no se necesita ser brujo para saberlo. Lo veremos.