Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Si fue o no un acuerdo político entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente emérito Andrés Manuel López Obrador eso de enviar a Hugo López Gatell a una especie de exilio a la OMS, la decisión conviene a los tres, porque proteger al “doctor muerte”, es proteger al ex mandatario, y al mismo tiempo la presidenta se libra de un personaje al que aborrece, aunque no lo diga.
Las enormes diferencias entre Sheinbaum y López Gatell provienen de que mientras él fue muy laxo en las decisiones de control sanitario para reducir la propagación de la pandemia covid19, ella fue más rígida en su papel de jefa de Gobierno de la Ciudad de México, porque aquí se desbordó más que en cualquier otra entidad número de personas contagiadas y fallecidas.
El pleito entre ambos no fue abierto, sino soterrado. Gente allegada a Sheinbaum y ella misma con el presidente López Obrador criticaba la negligencia de Gatell, pero él se desquitó después porque filtró que sin el menor fundamento científico, Sheinbaum usó un fármaco no autorizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) contra el covid.
La realidad es que ambos cargaban el pecado original de haber avalado la celebración del Festival Vive Latino 2020, que se celebró entre el 14 y 15 de marzo de ese año, tres días después de que la OMS declarara la emergencia por la pandemia. Siempre se ha dicho que ese fue un error muy lamentable. Gatell defendió la decisión de Sheinbaum y ello marcó la primera ocasión de muchas en que desatendió los lineamientos internacionales, de esa área de la ONU en la cual, paradójicamente, va a representar a México.
En las semanas posteriores al decreto de emergencia mundial, Gatell siguió desobedeciendo a la OMS, y emitió una declaración que ilustra perfecto su terrible actuación frente a la contingencia: “El cubrebocas sirve para lo que sirve, y no sirve para lo que no sirve”. No lo hizo obligatorio.
Aunque las autoridades sanitarias en la capital escondieron miles de muertes por covid, no establecieron la causa en los certificados de defunción, por lo que la cifra real se desconoce. En su momento Sheinbaum sabía la realidad, por eso ordenó medidas más severas que Gatell, lo que encendió la confrontación entre ambos, que en varias ocasiones se manifestó frente al presidente.
Sheinbaum ordenó el uso obligatorio del cubrebocas en la capital del país y el confinamiento: no permitir actividades no esenciales; se determinó el cierre de plazas comerciales, prohibición de fiestas, ni siquiera las familiares. Gatell no exigió nada de eso, sólo su “Jornada de Sana Distancia” (voluntaria), sin confinamientos, en la que se podía de todo. Incluso en plena pandemia él llevó a su hijo menor de 10 años a la conferencia en Palacio Nacional, mientras daba consejos de que los niños no deberían salir a la calle y menos estar en lugares cerrados expuestos con adultos.
El desquite de Gatell que Sheinbaum no le perdona: se encargó de, veladamente exhibir la imprudencia del gobierno capitalino de distribuir masivamente en kits médicos la Ivermectina, un fármaco del que la OMS no tenía evidencia científica determinante sobre su efectividad contra el covid. La gente sirvió de experimento, aunque la científica Sheinbaum siempre lo ha negado y asegura que un “grupo interdisciplinario de médicos” lo autorizó.
Hoy Sheinbaum protege a AMLO, a Gatell y se lo quita de encima mandándolo a la OMS, instancia a la que nunca obedeció. ¿Cuánto va a durar? Lo veremos.
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