Óscar V. Machado / CDMX Magacín
Esta es la crónica de cómo es prácticamente imposible siquiera registrarse para solicitar una vivienda de interés social en la CDMX, la mayor evidencia de que jamás logrará la jefa de Gobierno, Clara Brugada su plan de construir 200 mil viviendas en su administración. Sueños guajiros.
En el Instituto de Vivienda de la Ciudad de México (hoy elevado a “Secretaría”, que encabeza Inti Muñoz) acuden todos los centenares de personas que salen con caras largas, desencajados por el largo y tortuoso camino que tienen que recorrer para solicitar una vivienda. En la entrada, dos policías tratan de poner orden al fluido constante de personas, algunas con papeles en la mano y otras con el rostro de incertidumbre.
“¿A dónde va?” pregunta el policía con un tono de fastidio. “Voy a pedir informes para solicitar una vivienda”. No acaba uno de dar la respuesta, cuando ya la mujer policía ordena: “Pasé de este lado y con la diestra indica una fila de unas 15 personas que vienen por el mismo motivo. Tras unos 10 minutos de espera, la misma policía vuelve a ordenar: “diríjanse a la Sala B, al fondo a la derecha”.
Ahí, en una especie de salón escolar aparece una mujer con gafete del INVI en la solapa: “Soy la licenciada Imelda Fernández y les voy a dar la información de cómo pueden generar su registro en la bolsa de vivienda”, en donde hay más de 28 mil personas en lista de espera para que les asignen un crédito, les explica
La desesperanza vuelve a los rostros de las personas ahí reunidas. En lugar de dar ánimos, el tono y la información que otorga la servidora pública sólo es desalentadora. Si no hay convocatoria del INVI, todo es inútil. El registro es inútil.
Antes de seguir con su explicación, la funcionaria es contundente: “Un trámite de manera inmediata no tiene el instituto porque tenemos la lista de 28 mil personas, que ya tienen antigüedad, ya tienen una cuenta de ahorro y están esperando ser invitados a un proyecto de vivienda. Los rostros de las personas en la Sala B se ensombrecen y se quedan en un profundo silencio”.
Si uno corre con la suerte de ingresar a la esperada convocatoria, deberá tener entre 18 y 64 años de edad, INE, CURP, comprobantes de domicilio y de ingresos, no poseer una propiedad en la CDMX, no percibir más de 5 salarios mínimos, si es soltero Comprobante de inexistencia Matrimonial; si son casados, llevar su Acta Matrimonial.
Una vez que uno pasa esta aduana, el INVI le dará una tarjeta de ahorro con la cual el solicitante de vivienda tendrá que ahorrar para el pago de suelo y gastos de trámites. Al respecto, la servidora pública es enfática: “Dependiendo del ahorro que tengan en la tarjeta, la antigüedad en el registro y los espacios que se tengan disponibles, se les invitará a ingresar a algún proyecto de vivienda”.
Le advierte a la gente que si han asistido a alguna de las organizaciones vivienderas, tienen que verificar que tengan registro ante el INVI, para no ser defraudados.
Después de esa plática de informes, los asistentes salen con caras largas, con cierta desesperanza, “pues no dijo la Clara Brugada que era muy fácil”, dice enojada una señora de unos 40 años”, quien camina rumbo a la salida del INVI, donde el transitar de gente que entra y sale, continúa. ¿Así quieren llegar a 200 mil viviendas?
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