Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
La reforma electoral que plantea la presidenta Claudia Sheinbaum, cuya intencionalidad política y democrática aún se desconoce, debería servir para corregir todas las aberraciones y contradicciones para la asignación de diputados de representación proporcional o “Lista B”, a fin de que no vuelva a ocurrir lo en 2024 en el Congreso de la Ciudad de México, que la oposición acusó al IECM que le regalaron siete diputaciones al régimen.
En realidad, lo que sucedió el año pasado fue producto de una mala interpretación y peor registro de las “candidaturas comunes”, figura con la que compitieron Morena, PVEM y PT en 2024, que no es lo mismo que una “coalición”, como la que hicieron PAN, PRI y PRD.
Las dos principales diferencias: en las coaliciones van en la boleta por separado los partidos, y la votación para cada uno es la gente les otorga de manera específica. En las candidaturas comunes en la boleta va un solo recuadro que incluye los tres logos, pero previamente se hizo un convenio de qué porcentaje de votación le va a tocar a cada partido.
El tema de la disputa por la “sobrerrepresentación”, que acusó la oposición en 2024 favoreció a Morena y a sus aliados con siete escaños más, proviene de lo que dice la Constitución al respecto: ningún “partido” podrá estar representado en el Congreso con un porcentaje mayor al 8% respecto de la votación que obtuvo. La Ley secundaria establece tal prohibición para “candidaturas comunes o coaliciones”.
Lo que generó confusión el año pasado fue que en la inscripción de candidaturas comunes había tres columnas. La primera, el partido que registró la candidatura (también se le llama el que “sigla”); la segunda, la “Lista B” –que es un modelo más avanzado que el de las plurinominales para la representación de las minorías–, y la tercera, a qué grupo parlamentario quieren pertenecer en caso de ganar su curul.
Esa tercera columna al final causó incertidumbre. Sobre ésta se fundó la impugnación de la oposición para “la asignación de 7 plurinominales de más”. Varios consejeros electorales fueron corresponsables de ello por querer congraciarse con Morena, en especial Bernardo Valle, quien para ayudarles dio chance a 7 diputados que fueron candidatos del PVEM y habían planteado su decisión de pertenecer a la bancada de Morena, para cambiar en un madruguete su decisión y decir que sí querían pertenecer al PVEM.
Eso fue por pura ignorancia, porque creyeron que esa columna de la bancada a la cual formarían parte sería la base para la asignación de las diputaciones de representación proporcional y “Lista B”. Pero no era así, la jurisprudencia establecía desde entonces que lo importante es el partido político que lo postuló (‘sigló’).
Además, tampoco había, ni hay, una prohibición para cambiarse de bancada una vez pasada la elección. Como ejemplo en esta Tercera Legislatura: el diputado Luis Chávez, –cuya candidatura fue una terquedad del entonces presidente del PAN, Andrés Atayde incluso pasando por encima de otra panista, Gabriela Salido– ganó su escaño por la coalición PAN, PRI y PRD, y desde el primer día de la Legislatura está en la bancada de Morena. Ese tema sigue siendo una carga política negativa para Atayde, quien ostenta el cargo de coordinador del PAN en el Congreso.
Ese debería ser otro aspecto que contemple una reforma electoral: que no sea tan fácil el ‘trapecismo’ legislativo: que un diputado sea electo por un partido y al rendir protesta se una a otro que ni siquiera fue parte de su coalición o candidatura común. Lo veremos.
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